miércoles, 4 de junio de 2014

Reducción fenomenológica de una conversación en un ambiente de ruido



Siempre me he preguntado cual es el verdadero sentido de las fiestas que se desarrollan en lugares públicos donde el ruido es excesivo y donde la persona se limita utilizar más, el sentido de la vista, pues el ruido exagerado además de ser perjudicial, hace difícil la comunicación fluida y amena entre varias personas. El siguiente ejercicio lo desarrolle en una Kermesse, donde se encontraban muchas personas, y las frecuencias de sonidos eran elevadas.

Así pues decidí, ir a tratar de entablar una plática con una persona que conocía, y en la que seguramente tenía mucho material para conversar, y poder analizar la sensación de hablar con alguien, con la dificultad de tener de fondo no una melodía, sino una “música” desorbitante casi como para extraterrestres, o sea anormal, no sé qué clasificación darle más que el de desagradable, a mí gusto.  Aun así, salude y empezamos a conversar.

El lugar era abierto, pero los artefactos estaban cerca de nosotros. Con el transcurrir de la conversación, me sentí un poco alterado, y con ganas de retirarme con la persona a platicar en otro lugar, pues las vibraciones del sonido eran considerablemente altas, pero no impedían escuchar con dificultad a la otra persona. La interacción de la conversación se desarrollaba en dos fases, la primera donde la conversación venía de la otra persona hacía mí, y la otra fase de mí persona hacía la otra persona.  En el primer momento, tenía que tener cierto grado de concentración en sus labios a la hora de que la otra persona hablara, pues el movimiento de los labios ayudaba a mi cerebro a conectar palabras que posiblemente no escuchaba, pero que el movimiento labial me las evocaba. Mi cuerpo estaba algo tenso, y sentía como la atención estaba enfocada en una sola cosa, en tratar de captar el sonido que emitía la persona, para poder entenderla, teniendo de fondo el “bullicio”.  Por otra parte, cuando yo hablaba a la otra persona, lo tenía que hacer mirando hacia el horizonte, de tal forma que mi boca estuviera más cerca del oído de la persona que me atendía.  Algo que me llamó la atención fue que no podía hablar con fluidez, sino que todo lo contrario, me di cuenta de que cada palabra que decía, primero la tenía en mi cerebro y luego la emitía, o sea no tenía improvisación de palabras. Y eso costaba mucho, porque siendo consciente de que estaba emitiendo  palabras, tenía que pensar lo que posteriormente iba a decir, enlazando la conversación, y eso era desgastante, ir pensando palabra por palabra. Además estar viendo el ambiente que me rodeaba, me distraía de alguna forma lo que estaba pensando por lo que en más de una ocasión hice pautas de silencio, para recordar y conectar las frases. Otro dato curioso es que la otra persona si lo realizaba con fluidez, y parecía que el ruido no era inconveniente, y no hacía más intento que el de levantar un poco la voz.

Con este ejercicio puedo preguntarme si la interferencia de un ruido determinado, ¿Dejaría sin validez el desarrollo de una comunicación de dos o más personas, a lo que no podríamos llamar una conversación? O que tan importante e indispensable es el ambiente donde nos encontremos para desarrollar una plática “normal” entre persona. O ¿si la otra persona es sorda y muda, aun si podría entablar una conversación?

Con estas preguntas, solo puedo respondes a partir de mi vivencia que una conversación debe ser fluida y relajada, sin tanto ruido que perturbe la libre comunicación y pensamiento. Lo que no importa, es que tipo de persona sea, o que sexo, religión, o condición social tenga, con que simplemente hable el mismo idioma que la otra persona habla, basta para platicar amenamente.




1 comentario:

  1. La conversación en un ambiente de ruido, sin duda que se torna en un momento complicado para escuchar la voz de la otra u otras personas. La conversación no se desarrollaría con normalidad, si el ruido es exagerado. Esto ocasionará que la conversación se de en poco tiempo. Es interesante lo que dice Chester, al cuestionarse si realmente se podrá llamar conversación a una interacción de palabras entre personas en un ambiente de ruido. Parecer ser que no. A menos que sea por lenguaje de señas.
    Cuando Chester se refiere a “desagradable, a mí gusto” refiriéndose a la música desorbitante. Considero que el escuchar no tendría nada que ver con el <> se puede entender lo que se intenta expresar pero, en describir en fenomenología se tendría que tener mucho cuidado con el significado de los sentidos. Gusto, olfato, oído, tacto, entre otros.

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