Siempre
me he preguntado cual es el verdadero sentido de las fiestas que se desarrollan
en lugares públicos donde el ruido es excesivo y donde la persona se limita utilizar
más, el sentido de la vista, pues el ruido exagerado además de ser perjudicial,
hace difícil la comunicación fluida y amena entre varias personas. El siguiente
ejercicio lo desarrolle en una Kermesse, donde se encontraban muchas personas,
y las frecuencias de sonidos eran elevadas.
Así
pues decidí, ir a tratar de entablar una plática con una persona que conocía, y
en la que seguramente tenía mucho material para conversar, y poder analizar la sensación
de hablar con alguien, con la dificultad de tener de fondo no una melodía, sino
una “música” desorbitante casi como para extraterrestres, o sea anormal, no sé qué
clasificación darle más que el de desagradable, a mí gusto. Aun así, salude y empezamos a conversar.
El
lugar era abierto, pero los artefactos estaban cerca de nosotros. Con el transcurrir
de la conversación, me sentí un poco alterado, y con ganas de retirarme con la
persona a platicar en otro lugar, pues las vibraciones del sonido eran
considerablemente altas, pero no impedían escuchar con dificultad a la otra
persona. La interacción de la conversación se desarrollaba en dos fases, la
primera donde la conversación venía de la otra persona hacía mí, y la otra fase
de mí persona hacía la otra persona. En el
primer momento, tenía que tener cierto grado de concentración en sus labios a
la hora de que la otra persona hablara, pues el movimiento de los labios ayudaba
a mi cerebro a conectar palabras que posiblemente no escuchaba, pero que el
movimiento labial me las evocaba. Mi cuerpo estaba algo tenso, y sentía como la
atención estaba enfocada en una sola cosa, en tratar de captar el sonido que emitía
la persona, para poder entenderla, teniendo de fondo el “bullicio”. Por otra parte, cuando yo hablaba a la otra
persona, lo tenía que hacer mirando hacia el horizonte, de tal forma que mi
boca estuviera más cerca del oído de la persona que me atendía. Algo que me llamó la atención fue que no podía
hablar con fluidez, sino que todo lo contrario, me di cuenta de que cada
palabra que decía, primero la tenía en mi cerebro y luego la emitía, o sea no tenía
improvisación de palabras. Y eso costaba mucho, porque siendo consciente de que
estaba emitiendo palabras, tenía que
pensar lo que posteriormente iba a decir, enlazando la conversación, y eso era
desgastante, ir pensando palabra por palabra. Además estar viendo el ambiente
que me rodeaba, me distraía de alguna forma lo que estaba pensando por lo que en
más de una ocasión hice pautas de silencio, para recordar y conectar las
frases. Otro dato curioso es que la otra persona si lo realizaba con fluidez, y
parecía que el ruido no era inconveniente, y no hacía más intento que el de
levantar un poco la voz.
Con
este ejercicio puedo preguntarme si la interferencia de un ruido determinado, ¿Dejaría
sin validez el desarrollo de una comunicación de dos o más personas, a lo que
no podríamos llamar una conversación? O que tan importante e indispensable es
el ambiente donde nos encontremos para desarrollar una plática “normal” entre
persona. O ¿si la otra persona es sorda y muda, aun si podría entablar una conversación?
Con
estas preguntas, solo puedo respondes a partir de mi vivencia que una conversación
debe ser fluida y relajada, sin tanto ruido que perturbe la libre comunicación
y pensamiento. Lo que no importa, es que tipo de persona sea, o que sexo, religión,
o condición social tenga, con que simplemente hable el mismo idioma que la otra
persona habla, basta para platicar amenamente.
La conversación en un ambiente de ruido, sin duda que se torna en un momento complicado para escuchar la voz de la otra u otras personas. La conversación no se desarrollaría con normalidad, si el ruido es exagerado. Esto ocasionará que la conversación se de en poco tiempo. Es interesante lo que dice Chester, al cuestionarse si realmente se podrá llamar conversación a una interacción de palabras entre personas en un ambiente de ruido. Parecer ser que no. A menos que sea por lenguaje de señas.
ResponderBorrarCuando Chester se refiere a “desagradable, a mí gusto” refiriéndose a la música desorbitante. Considero que el escuchar no tendría nada que ver con el <> se puede entender lo que se intenta expresar pero, en describir en fenomenología se tendría que tener mucho cuidado con el significado de los sentidos. Gusto, olfato, oído, tacto, entre otros.