[1]“El valor posee, en
sí mismo, la razón de su importancia, algo que no es superficial o exterior
sino inherente a su realización.” La
vida ordinaria es el punto de partida donde el yo realiza dos actividades análogas pero
totalmente diferentes, el conocimiento de las cosas y la percepción de los
valores. Estas dos actividades se desarrollan paralelamente una es fruto de la
inteligencia porque el conocimiento se alcanza
por medio ejercicio de la razón y la experiencia misma. Por otro lado
los valores se conquistan por medio de los sentimientos, como lo dice el mismo autor “Cuando el yo toma la decisión de efectuar un valor es porque el valor
mueve el deseo. Sólo entonces el yo interviene con la voluntad y la
inteligencia para crear el valor.” Sin duda este deseo es un sentimiento, fuerza
que movido con la voluntad y la inteligencia nos lleva producir los valores.
“Tenemos, entonces, una voluntad que es fuerza
y no posee un objetivo propio, pero puede ser dirigida por la conciencia del
yo. En efecto, la esencia de la voluntad en sí implica la ausencia de todo fin,
de todo límite, porque es una aspiración sin término.” Por ejemplo en el
lenguaje popular algunas veces decimos voy hacer esto porque me nace hacerlo
(voluntad) y no porque otros me lo digan. En esto caso pareciera que la
voluntad se vuelve sinónimo de libertad. La fuerza que brota de lo profundo del
yo se presenta algunas veces como el freno del instinto. Aristóteles dijo que
el hombre es un animal racional, en este
caso la voluntad y razón, se asocian para guiar nuestro instinto y ser libres.
“No
estamos solos, ni aislados, la vida nos lanza una propuesta, como conciencia
capaces de comprenderla y de cooperas.” Esto puede ser
entendido como el solipsismo del que habla Husserl donde el yo no es ser solo
en el mundo. El hombre no es un ser solo en el mundo porque tiene sentido de
colectividad o pertenencia a un determinado grupo, lo más cercano la familia,
pueblo, país etc. Esto crea una conciencia
que se puede interpretar como la cultura que “es el conjunto de valores, costumbres, creencias y prácticas que
constituyen la forma de vida de un grupo específico”[2] que se ve reflejado en el individuo concreto.
“Damos, por supuesto, que también el mínimo
objeto material ya posee, en cierta medida, algún valor”. Sin duda el valor de
las cosas materiales lo otorga el yo dependiendo del contexto y la utilidad.
Por ejemplo la basura puede ser un antivalor para muchos, pero para alguien que
trabaja en un basurero esta cobra valor porque le permite subsistir. En un
segundo caso la moralidad puede ser vista en un sentido utilitarista “una cosa
es buena si es buena para algo. A pesar de ello enumera entre “ese algo” una serie
de valores: la benevolencia, la piedad, la consideración, etc. Pero también
estos quedan instrumentalizados por ser ‘buenos’, por ser útiles.” En estos
casos concretos la sociedad por medio de las leyes influencia a la persona. Todo valor que es bueno y útil es
bien visto por los demás porque ayuda a los normas de convivencia.
“Pero
el valor humano como máxima expresión de la vida, es el más precioso, el más
profundo, el más general en su propio ámbito.” Desde este punto de visto lo
humano es lo que puede trascender nuestra propia vida. Para la reflexión de la
Bioética se puede entender como dignidad
de la persona, aquello que nos hace únicos y auténticos, pero que nos hace
semejantes a los demás. “La dignidad de la conciencia humana, fundamenta la libertad,
como voluntad de conquista de todos los valores del universo.” La libertad
juega un papel fundamental en la búsqueda de los valores ya que estos se encuentran
en la realidad donde el yo hace la selección para interpretarlos y luego
llevarlos a la práctica.
Por
tanto se puede decir que las estructuras generales de sentido (esencias) del
valor humano son: conciencia,
inteligencia, voluntad, libertad, amor y
verdad. Estas son partes fundamentales que caracterizan el ser de una persona. Como conclusión se presentó la discusión en
clase de los valores como históricos nacen en una cultura determinada y que
puede variar con el trascurrir del tiempo.
Una
de las críticas que me atrevo refutar al autor es el mencionar los valores espirituales y no
describirlos, en que se diferencian de
los valores humanos. Y su decir “la vida es tan concreta como lo somos nosotros
mismos” en muchos de los casos no nos conocemos ni nosotros mismos, y aunque
generemos nuestro propio destino hay situaciones de la vida que nos envuelven y
controlan. El yo solo posee la facultad de criticarla y juzgar la vida, pero no de dominarla.
[1]
Todas las tesis entre comillas son
tomadas del 2º. Cap. La vida y el valor
del libro Ver los Valores del P. Antonio Gallo, excepto la siguiente.
[2]
Tomado de http://www.galanet.eu/dossier/fichiers/Que%26%23769%3B%20es%20la%20Cultura%3F.pdf
02/06/2014
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