DESCRIPCIÓN FENOMENOLÓGICA SOBRE EL TACTO DE MI CABEZA
Para el presente
ejercicio fenomenológico he decidido tomar como base de experimento el tacto,
pero especialmente de mi cabeza, lo cual lo he hecho en repetidas situaciones
durante toda mi vida, solo que en esta vez he realizado la reducción
fenomenológica, que lo hará diferente a las anteriores.
Al momento de comenzar el
ejercicio ya tenía la idea de lo que iba a realizar, en mi conciencia surgió el
pensamiento ‘’tocar mi cabeza’’, y al instante se comenzó a elevar mi mano
derecha, dirigiéndose a mi cabeza. Entonces surgió la pregunta: ¿por qué la
mano derecha y no la izquierda?, quizá porque soy diestro y para realizar la
mayoría de cosas primero utilizo mi mano derecha y luego inmediatamente se
agrega la izquierda.
Luego que llegó mi mano
derecha hasta mi cabeza, la acerqué lentamente para tener contacto con ella. Al
instante noté que en la palma de mi mano si hay sensibilidad, pero no se
compara con la sensibilidad que poseo en la punta de mis dedos, en lo que llamamos
las yemas de los dedos.
Con lo primero que tuve
contacto fue con el cabello, se sentía suave, sedoso y al tomarlo entre mis
dedos lo halé hasta la punta, pero en mi cabello no había sensibilidad al
tocarlo, como si estuviera muerto, pero
al llegar hasta la punta noté que estaba más largo de lo acostumbrado, por lo
tanto aunque no haya sensibilidad en él, si se da el proceso de crecimiento,
entonces pensé que sí posee vida. En cambio donde si sentía sensibilidad era en
mi cuero cabelludo, pues al momento de halarlo sentí un poco de dolor.
Seguí explorando mi
cabeza, y en esta vez coloqué juntas las puntas de mis cinco dedos y los
coloqué sobre mi cabeza, rozando mi cuero cabelludo junto con mi cabello, los
abría y los volvía a cerrar repetidas veces. Se sentía cierto placer relajante,
a tal punto que en cierto momento mis ojos se estaban cerrando, como si mis
ojos responden a los estímulos sobre mi cabeza y ciertamente efectuaba el
contacto de dos tactos, no sólo el de mi mano explorando mi cabeza, sino el
tacto de mi cabeza sintiendo la presencia de mi mano.
Por un instante vino a mi
mente el recuerdo cuando mi madre me hacía piojito en mi cabeza, fue en ese
momento cuando mis ojos se cerraron, como si en mi interior quisiera seguir
experimentando más profundamente esa sensación de relajación y a la vez que mi
mente siguiera vagando en el recuerdo junto a mi madre haciéndome piojito.
Por último pensé; ¿cómo
sé que es mi mano la que me toca y no es la de otra persona? Fácilmente encontré
la respuesta y la forma de comprobarlo, pues al momento que mi conciencia dictara
al cerebro que detuviera la acción, se detenía mi mano, y al ordenar en mi
interior que siguiera, seguía al instante.
Finalmente pude
experimentar de una mejor manera lo que es el tacto de mi cabeza con la ayuda
de mi mano, lo cual se tornó al final en una experiencia agradable, tanto que
al instante quise realizar de nuevo la acción de masajear mi cabeza.
Carmen Andrés Sánchez Alfaro
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