martes, 24 de mayo de 2016

Freddy Anthony Calderón Arias


Análisis de las experiencias fenomenológicas

Luego de mi segunda descripción fenomenológica he comenzado a ver algunos elementos repetitivos, que me dan luces para responder a mi pregunta inicial, es decir, ¿cómo experimenta la atracción sexual una persona célibe?; dichos elementos son: el nerviosismo manifestado en las diferentes expresiones que en las descripciones se exponen (mover mis piernas, tomarme de las manos, sudar de la frente, tragar saliva, y experimentar un extraño hormigueo en la cadera), mi reflexión interna al momento de experimentar deseos de besar y tomar de la mano a mi compañera de clase, etc.

Así mismo, me he dado la tarea de realizar la experiencia de la variación libre en la fantasía, imaginando la misma escena, pero cambiando el elemento de mis votos religiosos. Con esa variación me proyecté cortejando a mi compañera de clase e incluso me imagine besándola al momento que desee hacerlo en la escena original. Lo anterior me da pautas para extraer la siguiente esencia: una persona religiosa célibe experimenta la atracción sexual de manera similar a una persona no célibe, más por sus votos religiosos, es detenido para no llevar a término los deseos experimentados por dicha atracción (besar, tocar, cortejar, entre otras).

Conjuntamente, con lo descrito en el párrafo anterior, quisiera tratar uno de los puntos que me hicieron ver en los comentarios del blog, el cual deseo presentar literalmente:

No veo claro la diferencia entre un chico que no tiene el celibato y otro que si lo tiene, digo esto porque en la experiencia describes reacciones muy naturales que en ambos casos (el chico célibe y el no célibe) pueden tener, e incluso hay jóvenes que no tienen el voto del celibato pero reprimen situaciones sexuales. Por tanto, si te pediría que aclares bien cual es lo particular en un joven célibe.

Retomo tal comentario, pues deseo abordarlo con el siguiente análisis: la atracción sexual, una persona célibe y una no célibe, la experimentan de la misma forma, sin embargo, la diferencia reside en la manera en que se afronta la misma, ya que existen personas no célibes, que al igual que las personas célibes, se abstienen de cortejar y quizá de besar, en las condiciones en que realicé mi experiencia fenomenológica, a la persona por la cual se sienten atraídos sexualmente.

Por tanto es en el porqué de la abstención donde habita dicha diferencia. Por ejemplo: una persona no célibe se abstendría, ya sea, por ser casada, por ser demasiada tímida, por poseer algún complejo psicológico, entre otras. Por el otro lado una persona célibe se abstendrá por sus votos religiosos y/o por el compromiso libremente asumido de vivir célibemente su vocación eclesial, este elemento lo vi reflejado en el debate que experimenté interiormente, el cual me distrajo de la plática y me provocó mayor nerviosismo en el compartir con mi compañera de clase.  


Considero por tanto, que la atracción sexual en un célibe se ve manifestada y experimentada en el impulso de querer estar cerca y en contacto de la persona por la cual se siente atraído sexualmente, así como en los deseos de querer cortejarla y de querer besarla. Sin embargo, ese deseo se vivencia de una manera reprimida, -no viendo enteramente negativa la palabra reprimir-, pues es una represión generada por una decisión que se considera más valiosa que la de llevar a término los impulsos generados por tal atracción, es decir, la decisión de vivir célibemente su vida religiosa y/o sacerdotal.  

1 comentario:

  1. Muy bien. El punto clave es, como notás, la reacción de autorrepresión ante la misma atracción que muchos sienten. Me parece que podrías ahondar en el origen, carácter y dinámica de tal contenerse. Hay una decisión que (pre-)gobierna tus actitudes y tus actos, pero no solo es algo en el pasado, etc...

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