lunes, 2 de mayo de 2016

Segunda descripción fenomenológica
Sobre la Crisis de fe  (duda)

Es día sábado, me levanto de la cama y me siento en ella. Parece un día muy bueno, el sol estaba por salir, los pajaritos cantando muy de mañana. Me recuerdo que el día anterior me surgió con una especie de duda de mi vocación, duda de lo que creo y quiero en realidad, mi fe en Dios. Una falta de ánimo, falta o sin gusto de lo que hago en la comunidad. Se me vienen preguntas existenciales a mi mente como, ¿será que esto es lo mío?, ¿en realidad es un llamado?, ¿me siento feliz aquí?, entre otras.

Ahora me levanto sin ganas de hacer nada, aun así hago una pequeña oración, sin gusto sentado en mi cama. Las preguntas vienen y se van a mi mente, me distraen totalmente, termino mi oración y decido bañarme, vestirme y prepararme para el rezo del rosario, no quería estar ahí. Siento como voces que me hablan, preguntas cada vez más fuertes en mi interior, diciéndome negativamente las interrogantes. Siento como algo de depresión, algo como sofoque, inquietud, algo como un peso o carga en mi pecho. Con intenciones de  no saber nada.
Durante el día que pasa y hago mis demás actividades. No le hayo gusto como antes, lo pienso solamente y durante el día ando maquinando sobre este asunto. El tiempo pasa y yo pensativo, reflexionando, me entra desesperación, pero trato de controlarme. Personas con las que me encuentro en pastoral, en la calle o en la misma comunidad me preguntan, ¿cómo estoy?, ¿que tengo?, no me atrevo a decirles lo que siento, solo les digo que estoy bien para no hacer pesado o afectar el ambiente, trato de comportarme normal, todo tranquilo. Cae la tarde, llega la noche y yo estoy como que me quiebro por dentro.

Es como un estilo de angustia por saber algo y no saber que es, así como una respuesta, preocupación, inquietud, necesidad de hablar o de llorar si es posible. Es como un golpe en el pecho, un nudo en la garganta que me sujeta muy fácilmente. No puedo dominar, no puedo controlar lo que siento. Me siento derrotado, muy frágil ciertamente. Ante la comunidad me demuestro callado, serio y preocupado. Ya en mi oración personal, ya para irme a descansar, como que me descargo con Dios, haciéndole las mismas preguntas que ambulaban en mi cabeza, le preguntaba como si alguien estaba físicamente observable. Pero en realidad estaba en la capilla, sólo ante el sagrario. Ya no aguantaba más, no me sentía bien y quería sentirme bien, normal y que todo pasara de una vez.

En ese momento empecé a desahogarme, de sacar todo lo que sentía y así fue. Dentro de unos instantes siento un momento de silencio profundo, luego una sensación de tranquilidad, libre, en paz, sensación de que todo pasaría y estaría bien. Pero no bien del todo, había como intranquilidad, duda de lo que presentía al mismo tiempo, termine mi oración, ya eran casi las 11:00 pm, estaba cansado y me dirigí a mi habitación y me acosté. Al día siguiente, Domingo, me levante con algo entre bien  y un poco mal por la situación sentida, un bien de tranquilidad, de sentirme mejor y un mal con algunas ciertas esquirlas que aún quedan en mi sobre el asunto.

Hice la misma rutina de siempre, oración, baño, me vestí para ir a la eucaristía a la parroquia, me dirigí a la iglesia a  las 7:15 am .Pedí a Dios que me ayudara  con la situación. Escucho la misa, todo bien, llega la hora de la liturgia y luego el evangelio. Se está proclamando el evangelio, en el momento siento serenidad, suave tranquilidad, como cosquilleo en el estómago. Escucho y medito, la lectura trataba de san Juan 6,60-69. Donde escuche la pregunta que Jesús hace: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Al momento sentí como que la pregunta iba para mí, de pronto un silencio en mi me cubrió, sentía cosquilleo en mi interior.

El evangelio terminó y yo centrado en esa pregunta, que me impacto mucho. Sentía regocijo, felicidad, una paz, cambien mi forma de pensar y como que se me abrió una puerta para seguir adelante. Fuerza en mí ser para andar, una luz que me iluminó.


2 comentarios:

  1. Me parece muy bien detalla la descripción que has realizado, hay toda una riqueza profunda de vivencias. A hora bien, me pregunto ¿la experiencia que manifiestas realmente responde a una crisis de fe o es una crisis vocacional? Y si está vinculado ¿cuál es esa relación? O puede tratarse no tanto de una crisis de fe sino una crisis existencial; aunque rescato la experiencia que tuviste con la palabra de Dios.

    ResponderBorrar
  2. Coincido con Aristides en lo de la (breve) crisis vocacional o existencial, más que de fe propiamente dicha. Lo de que dura dos días la experiencia da la pauta para pensar que ya se volvió un relato que responde más al ritmo de la estructura introducción-crisis-desenlace positivo. No es que ello reste genuinidad sino que la encasilla fácil en una estructura cuasi literaria.

    ResponderBorrar