El Fervor Religioso en la Semana Santa 2016
Experiencia:
El reloj marca la 1: 36 de la madrugada del sábado de gloria, 26 de marzo de 2016. En el atrio de la Basílica del Rosario nos encontramos cien personas que durante toda la cuaresma y aún antes, colaboramos con la Hermandad del Señor Sepultado de Santo Domingo en la organización del cortejo procesional del Cristo del Amor. Han transcurrido diez horas desde que el anda salió a las calles de la capital y el cansancio en todos es evidente, en lo particular las energías ya son mínimas por que las horas de sueño desde el jueves santo hasta ese momento eran mínimas y el recorrido había estado difícil.
Esos cien hombres, entre los que me encuentro, somos los encargados de cargar el turno de entrada a la basílica. Ya el cansancio me esta venciendo, sin embargo, al ver acercarse el anda procesional hacia nosotros con la marcha fúnebre: Cristo Rey de Miguel Zaltrón, todo agotamiento y toda apatía desaparecieron. El Cristo del Amor venía a nosotros y la energía vuelve a mi, la ilusión de cargar la entrada de su procesión en los ochocientos años de la fundación de la Orden a la que pertenezco.
El incienso, las matracas, el frío tímido de la madrugada, los caballeros del Señor Sepultado vestidos con sus uniformes blanco y negro, me impresionan y hacen el marco perfecto para tomar el turno y cargar la entrada de la procesión. Ingresamos al templo a oscuras, solamente iluminado por los cientos de velas que portan los caballeros del Señor Sepultado y por la luz que brota de la urna que custodia la imagen. Se comienzan a a escuchar las notas de la marcha fúnebre la Fosa y por la acústica del templo dominico, todo parece ceder ante ese momento único de la semana santa en guatemala.
El peso del anda nueva era evidente y las energías de los cargadores eran cada vez menos. Había caminado diez horas rezando con los cargadores, el día anterior había ido a acompañar a Jesus de Candelaria por seis horas. A las dos de la mañana fui a cargar la salida de la procesión de Jesús de la Merced y lo acompañé hasta las ocho de la mañana. Luego la espera a las doce para los oficios la cruz y luego la salida del santo entierro. Sin duda, el cuerpo estaba resentido.
La marcha parece que no termina y todavía falta la otra marcha que acompaña el turno: la marcha fúnebre de Choping,. Físicamente íbamos bien doblados en las espaldas, yo sentía que iba cargando el anda casi arrodillado, pero sabía que cualquier cosa podía pasar menos salirme del turno y dejar el anda caer. A como pude, tome fuerzas, me concentré, pensé en mis papá que están a lo lejos, tomé valor y segui avanzando hasta que al toque de la granadera, pusimos el anda en el dosel. En total 21 minutos de turno, una experiencia sublime, el amor consumado, la misión cumplida. Hasta otro viernes santo, cuando tú quieras: Cristo del Amor.
Los detalles contextuales que enmarcan y explican la vivencia quizá la ahogan. Dos momentos son clave para lo de la vivencia específica del fervor: cuando viene el anda y se oye una marcha que reanima, y el final cuando hablás de lo sublime de la experiencia. ¿Cómo exactamente se da ese cambio del agotamiento al entusiasmo resurgido?, ¿en qué consiste precisamente lo sublime de la experiencia de cargar el último turno?...
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